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Llevo poco más de veinticuatro horas aquí y lo confieso: San Francisco me ha enganchado.
Sin duda estoy en una de las ciudades más carismáticas de los Estados Unidos y de toda América. Al pasear por sus calles descubres que no estás en una urbe cualquiera. Es tal la amalgama étnica que por momentos parece que nos encontramos caminando por una ciudad asiática cuando nos movemos por Chinatown o el barrio japonés, y unas manzanas más allá hemos saltado a Europa y todo sabe a Piazza Navona. Estamos en Little Italy. Y si queremos sabor latino, entonces sólo tenemos que acudir al distrito de Mission y dejarse encandilar por las animadas comunidades hispanohablantes que lo habitan.
San Francisco es mucho más que el icónico Golden Gate, el popularísimo Muelle 39 en Fisherman´s Wharf, su impresionante ayuntamiento, el City Hall, o la espectacular Pirámide Transamérica, el rascacielos más llamativo de la ciudad, con su característica pirámide de cristal y su fachada de cuarzo triturado. San Francisco también es el exclusivo distrito de Nob Hill, con sus cuestas imposibles y los célebres Cable Cars – tranvías de cable – traqueteando arriba y abajo, desafiando pendientes que no parecen de este mundo y llevando decenas y decenas de turistas que fotografían desde su interior todo lo que se mueve. A su vez el resto de turistas que están en tierra no dejan de inmortalizar con sus cámaras a estos singulares vehículos cuando pasan a su lado. Un poco delirante, la verdad.
Además de los ya citados Cable Cars, otra joya se mueve en la superficie de esta metrópoli: los Street Cars. Tranvías históricos que proceden de otras ciudades del mundo y que una vez son restaurados, pasan a ser operativos en las calles de San Francisco. No hay que dejar de subirse a uno y sentirse transportado no sólo por la ciudad, también en el tiempo.
Y San Francisco es, además, Castro, el barrio de la comunidad gay y homosexual que ratifica ese carácter abierto y liberal que define esta ciudad. Algo que encontraremos casi de forma exclusiva en este rincón del país norteamericano.
Llevo poco más de un día aquí y a falta de seguir explorando la ciudad enfrentándome a más calles empinadas – todo un desafío, os lo aseguro – puedo afirmar que San Francisco es una urbe llena de carisma y con un activo poderoso: sus gentes. Me encanta esa cultura alternativa y progresista que se respira en esta ciudad de la costa oeste de los Estados Unidos. Por momentos pareciera que estoy en mi adorada Berlín…
Os dejo con una pequeña galería de imágenes.
En orden: City Hall, Street Car en Market St., bandera arco iris en Castro, Lombard St. en Russian Hill, Pirámide Transamérica, Cable Car en North Beach y Golden Gate Bridge.
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Suele decirse que “Frisco” (como la llaman los nativos) es una de las ciudades más europeas de los EE.UU. Tiene un tamaño razonable, un gran poso cultural y una colección de paisajes urbanos de los que Hollywood se ha aprovechado con gran asiduidad. La serie “Padre Forzosos” no es más que un eslabón en una larga cadena donde contribuyeron nombres tan dispares como Alfred Hitchcock (“Vértigo”) o Blake Edwards (“¿Qué me pasa, doctor?”), aunque para mi la mejor tarjeta de presentación es la celebérrima “Las calles de San Francisco”, con Karl Malden y Michael Douglas. En cualquier caso, celebro que te lo estés pasando chipén y espero con ansia tus restantes crónicas desde SFO.
Tienes toda la razón Musa. El cine ha sabido aprovechar bien el tirón fotogénico de San Francisco y ha incorporado la urbe a la lista de ciudades estadounidenses que en cierto modo son ya patrimonio de todos. Estoy descubriendo que San Francisco sabe a Europa, pero también incorpora elementos de otos rincones del planeta, y eso enriquece la ciudad mucho más todavía. Por cierto, yo también me quedo con la mítica “Las calles de San Francisco”, con esa pareja de leyenda en la televisión norteamericana. Los estoy recordando cada vez que veo un patrulla de la policía por las calles de esta ciudad. Un saludo desde San Francisco.