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Podría pasar por ser una pequeña Toscana en el interior de Aragón, la comunidad autónoma española que hunde sus recientes raíces en el territorio de lo que fue el histórico Reino de Aragón, no confundir con la Corona de Aragón. Un área, la de nuestra reducida versión aragonesa de la Toscana italiana, que viene a ocupar lo que antaño fuera parte del Condado de Ribagorza; una pieza clave en el montaje y puesta en pie del referido Reino de Aragón a partir del año 1035, cuando se orquestó y ejecutó la unión de este condado con los de Aragón y Sobrarbe.

La villa de Roda de Isábena merece todo el respeto y atención por más que sus reducidas dimensiones pudieran invitar a cuestionar tal afirmación. Roda se asienta en la actual comarca de la Ribagorza –provincia de Huesca-, que coincide de manera aproximada con el antiguo condado, y su emplazamiento no puede ser más espectacular y cautivador a partes iguales.

Vista de Roda de Isábena, comarca de la Ribagorza, Aragón. Foto España Fascinante

El pequeño núcleo de población oscense, que apenas acoge a medio centenar de vecinos, se levanta en lo alto de un promontorio, a 907 metros de altitud. Desde esta privilegiada posición controla y domina el acceso al valle por donde discurre el cercano río Isábena; todo lo cual hace presagiar la gran importancia que hubo de desempeñar en el medievo la pequeña villa en su rol defensivo; una auténtica atalaya natural y fortificada que permitía vigilar los dominios y movimientos –no siempre amistosos- de la cercana Taifa de Zaragoza.

La importancia de Roda de Isábena ya le viene de lejos, en concreto de mediados del siglo X, cuando la localidad se convierte en sede episcopal y capital política del mencionado Condado de Ribagorza. Sin embargo, los inicios de la siguiente centuria no podrían haber sido más desalentadores y trágicos para los habitantes de este bello enclave.

Hacia año 1006 (algunas fuentes citan al simbólico año 999) Abd Al Malik, hijo predilecto de Almanzor y de facto su sucesor, entra en Roda saqueando todo lo que encuentra al paso y echando abajo la primitiva iglesia mayor románica que vio colocar su primera piedra en el siglo IX; una obra de inicial influencia lombarda –su actual cabecera es un buen ejemplo superviviente- pero adaptada después a los cánones arquitectónicos de los maestros navarros que buscaban inspiración en el Camino de Santiago.

Catedral de San Vicente Mártir en Roda de Isábena

En el año 1010 la asolada villa es recuperada por los cristianos y comienza la cuidadosa reconstrucción de una segunda iglesia catedral desde los escombros de la primera. Para el año 1020-24 llegaría la consagración del nuevo templo catedralicio que, aun así, sufriría sucesivas reformas y ampliaciones en los siglos XII y XIII, periodo durante el cual se construye, adosado al muro norte de la catedral, el magnífico y austero claustro de planta trapezoidal y la capilla de San Agustín. Todavía más. En un proceso que nunca ve su fin, durante el siglo XVIII se levantaron, en el lado sur, un pequeño atrio abierto con una arcada de medio punto y la torre campanario, tal como contemplamos el conjunto en la actualidad

Pero el traslado de la sede episcopal, a mediados del siglo XII hacia Lérida/Lleida, marcaría sin remedio el inicio del declive de un pretérito esplendor. Con todo, y a pesar de ello, a día de hoy Roda de Isábena presume con orgullo ser la localidad más pequeña de todo el país con sede catedralicia. Una catedral exquisita y de reducidas dimensiones, si bien, en “stricto sensu”, esto no es del todo cierto debido a que el templo perdió su rango catedralicio en el siglo XVIII. En la actualidad, mal que pese a los habitantes de Roda, su excatedral se ha convertido en una iglesia parroquial, eso sí, de impresionante factura.

La catedral de San Vicente Mártir, que emerge imponente en la plaza Mayor, de planta basilical con triple nave, es, como podemos inferir, el principal tesoro en el «ajuar” monumental de Roda de Isábena. No obstante, la seo convive con mansiones señoriales, como el renacentista palacio Fortificado del Prior (s.XVI), a escasos metros de la catedral. Varias ermitas, como la del Pilar, San Salvador o San Mames, restos de muralla y de una fortaleza medieval, además de un molino de aceite del siglo XVIII, completan el bello cuadro urbano de Roda y alrededores.

Palacio del Prior, siglo XVI

Si visitamos esta reliquia del medievo aragonés que es Roda de Isábena, nos toparemos con un laberíntico dédalo intramuros formado por estrechas y empedradas callecitas inundadas de pasadizos, portales, arcos de medio punto, humildes pero contundentes casas de piedra y algún palacio fortificado inspirado en las tradicionales casas torreadas medievales de caracter defensivo que tanto abundan en el Alto Aragón. Todo embutido en un restringido espacio físico, lo cual confiere todavía más encanto y un paradójico aire de grandeza  a la pequeña villa oscense.

Y por supuesto, no podemos pasar por alto –y nunca mejor dicho- las magníficas vistas que nos regala este auténtico balcón natural sobre la cuenca fluvial del Isábena y las circundantes sierras de Esdolomada, Chordal y Sís, en el Alto Aragón.

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